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El Acta de Independencia declara la voluntad de ser soberano. También contiene una caracterización de la coyuntura histórica que determinó los hechos, al tiempo que refleja la personalidad de los congresistas. Sin duda marca un punto de inflexión en el devenir de la lucha de liberación nacional venezolana.
Todo acto trascendente incuba aciertos y errores, fortalezas y debilidades. La turbulencia de los acontecimientos es evidente, donde la mayoría de los terratenientes y comerciantes de la colonia no querían seguir sometiéndose a condiciones de intercambio desiguales (en algunos aspectos indignas) establecidas por Bonaparte como usurpador del imperio español, en una confrontación dentro de la relación de dominación que terminó siendo antagónica. Entre las dudas y las certezas al final se impusieron las certezas de que nada bueno tenían que esperar del Imperio.
Es un escrito anti imperial por partida doble. El documento es extraordinario al desnudar la cobardía de los Reyes de España, tanto de Carlos IV, como de su hijo Fernando VII (el Rey Felón). También desviste el intervencionismo del imperio francés a través de José Bonaparte (mejor conocido como Pepe Botella), impuesto como Rey de España por un lustro largo y tortuoso. Resalta la Declaración las órdenes insoportables del Duque de Berg, Mariscal Joaquín Murat, quien fuera responsable de la masacre de españoles anti francesas en Madrid, el 2 y 3 de mayo de 1808.
Se equivocaron al defender la Iglesia Católica, por todo el rol que jugó esta en caída de la Primera República, como lo explica El Libertador en El Manifiesto de Cartagena.
Este extraordinario texto refleja las contradicciones entre pro realistas e independentistas, entre genuflexos y libertarios, entre los oprimidos en todas sus variantes y los opresores imperiales. Es un documento por la independencia, que en definitiva es la base para conquistar todo lo demás.