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25.Jul.2011 / 10:10 am / Haga un comentario

Es incontrovertible que la degeneración económica del capitalismo ya transitó de las crisis cíclicas previas que se generaban en sus distintas metrópolis (estipuladas entre 48 o 60 años según Kondrátiev o de ciclos cortos de ocho a 10 años según Juglar y Kitchin). Hoy en día es evidente que ya no hay ciclos, que la economía capitalista en cada crack abarca zonas más extensas y que a duras penas logra recuperarse y que cada vez más países quedan condenados a crecimientos negativos o nulos. No hay duda que la crisis es estructural y que se manifiesta en distintas facetas.
Los planes neoliberales y fondomonetaristas para evitar las catástrofes totales tienen cada vez más resistencia, hay demasiados ejemplos que demuestran que dichos paquetes económicos sólo sirven para que las minorías privilegiadas de los sectores financieros sigan a flote, sin importar para nada y en nada el deterioro social de millones y millones de personas.
La deuda se ha hecho eterna en naciones que en las últimas dos décadas del siglo pasado nos daban sermones escolásticos de cómo deberíamos dirigir nuestras economías y nos imponían recetas draconianas y hambreadoras. Hoy, al comienzo de la segunda década del siglo XXI, a esos países les están haciendo tragar la amarga e inútil medicina que nos aplicaron a nosotros en los 80 y 90.
Hasta en Estados Unidos corren el riesgo de quedar sin capacidad de pagar el endeudamiento irresponsable adquirido en los últimos 20 años. Parte del cual ha servido para salvar banqueros y financiar invasiones y agresiones en el resto del mundo. Dentro del problema económico, el endeudamiento irresponsable es un epifenómeno, con dinámicas regresivas y destructivas propias.
Estas crisis que ahora testificamos no son pasajeras, y sólo podrán correr la arruga con una brutal extracción de plusvalía y la eliminación de componentes importantes de los presupuestos sociales en los países críticos, lo que genera más resistencia e insurrecciones y dificulta la capacidad de trasladar la arruga a las generaciones venideras.
Mientras lamentablemente el denominado primer mundo disminuye las expectativas de crecimiento y en una loca carrera siguen desviando recursos para imponer guerras y conflictos bélicos, por el contrario los vientos de cambio que en este siglo circulan por parte de América del Sur nos han protegido de los estragos, que si se han causado en otros países que cedieron soberanía económica o acordaron tratados con vinculaciones lesivas.
En Venezuela la diversificación de relaciones y el establecimiento de convenios de complementariedad, de cooperación y de sano intercambio, nos ha permitido en lo externo cubrirnos con un impermeable ante los huracanes económicos que están arrasando las otroras primeras economías en el mundo. Además, la salvaguarda de las condiciones sociales de los venezolanos, hasta donde lo permite nuestra economía, ha permitido que sigamos mejorando en los indicadores sociales y en el peor de los casos se evita que estos se deterioren a los niveles existentes hace 10 años.
Empíricamente se evidencia con cada vez mayor fuerza que en el capitalismo los pueblos no tienen nada que buscar y es en la construcción del socialismo, donde se abren caminos reales y definitivamente más humanos y sustentables.

 

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