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11.Abr.2014 / 11:08 am / Haga un comentario

José Ramón Rivero (@joseramonrivero)

 Comparto el llamado realizado por José Vicente Rangel en “El Fascismo Muestra su Hocico” del lunes 7 de abril, en donde plantea que no hay que descuidar la gravedad del surgimiento de brotes fascistas en Venezuela. Este fenómeno, aunque minoritario merece ser estudiado seriamente, hay que realizar una caracterización de la lógica y las conductas de la guarimba. La revolución ha logrado contenerlos, hacerlos retroceder y lo más importante: mantener al chavismo inmune a la provocación… pero no hay que descuidarse.

 El fascismo en Venezuela, al igual que otros en cualquier parte del mundo tiene características antisociales. Hay un alto componente de influencia, financiamiento y apoyo logístico imperialista; el resentimiento, los miedos primitivos, la manipulación de estos y en especial la inyección de odio o intolerancia, mantiene un elemento común con los clásicos orígenes fascistas, así como el componente  de sectores medios y altos que le sirven de soporte y apoyo, incluso en el extremo de la irracionalidad.

 Parte del antichavismo en Venezuela ha recibido una carga de veneno psicológico en los últimos 15 años que los ha intoxicado hasta el punto en el cual, se han convertido en alérgicos sociales, haciéndoles insoportable la presencia de cualquier grupo que no se someta a designios particulares o que no acompañen acciones extremas o asesinas. Por los momentos, en cada guarimba surge una dirección tarifada que puede ser sustituida rápidamente por otra más violenta e igualmente mercenaria.

 Estas divisiones y la ausencia de un liderazgo al estilo Hitler,  Mussolini, Franco o Pinochet, mantiene al guarimbismo confinado en pequeños reductos, desde los cuales cumplen el papel de tratar de generar la sensación de ingobernabilidad y de conflicto interno sangriento e incendiario. Aún en la dispersión y el fraccionamiento siguen directrices de centros de comando, mas de afuera que de dentro del país, quienes los articulan en acciones simultáneas y marcan la pauta mediática violenta.

 En dichos auto aislamientos someten incluso a quienes los apoyan y que históricamente votan contra el chavismo. Esta manera de conformar trincheras que presiona psicológicamente a los habitantes en dichos sectores, ha generado un rechazo saludable en muchos de estos electores antichavistas; es un buen reflejo de que el envenenamiento irrecuperable sigue siendo minoritario, aunque no tanto como desearíamos. En las últimas mediciones se indica que el 90% de los venezolanos rechaza la violencia y el terror como forma de lucha, es un número aplastantemente mayoritario, pero deja un mal sabor al preguntarnos por qué el otro 10% es indiferente o apoya el guarimbeo. 

Poblacionalmente ese porcentaje equivale a  más de dos millones de personas, que pueden ser vulnerables al veneno  del odio y el resentimiento, si no todos, cualquier fracción de esa población ya es un número grande y preocupante; no porque puedan derrocar al gobierno, pero sí porque son potencial público de cualquier gran manipulador, el cual siempre puede surgir tal como ha pasado en distintos procesos de estrujamiento mediático y defraudación social en otros países.

 Como revolucionarios estamos obligados a confrontar el fascismo, estoy de acuerdo con quienes plantean que el principal campo de batalla es en el mundo de las ideas, de la verdad contra la mentira, de la verificación racional contra lo mediático tergiversado, pero creo que esto no es suficiente.

 Es nuestra obligación mantener a raya el descontento ocasionado por debilidades en nuestras responsabilidades burocráticas. No demos por indiscutible el avance social, científico, deportivo, educativo o nutricional, es nuestro deber garantizar prestaciones de producción de bienes y servicios, acordes con las necesidades materiales y psicológicas del pueblo. La evidencia ha verificado que la mayoría de los venezolanos si se sienten protagonistas y hacedores de presente y futuro… en ellos reposa el triunfo continuado que estamos obteniendo.

 

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