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3.Ago.2016 / 10:46 am / Haga un comentario

Por: José Ramón Rivero | @joseramonrivero  

Hay una apología exagerada sobre la eficiencia de la empresa privada, la verdad es que todos los años quiebran miles de empresarios de ese sector, de distintas índoles y tamaños. El tiempo de existencia de una empresa privada es en promedio muy corto, incluso algunas firman su epitafio llevando a la bancarrota y la desesperación a miles de accionistas que ingenuamente apostaron a ellas, sin contar los pasivos laborales, ambientales o fiscales que pueden dejar tras de sí.

Lo señalado en el párrafo anterior es una cruda realidad en Venezuela y en cualquier parte del mundo, de hecho la sobrevivencia de empresas es menor en los países llamados desarrollados y más longevas en las naciones que no entramos en ese extraño club.

Por ello y por mucho más, es correcto asumir que el Estado no puede dejarle el hecho productivo y distributivo sólo en manos del empresariado privado, el cual tiene como primero y último fin, su muy propio y muy particular peculio.

Sobre esta realidad, en el marco de la caída de los precios del petróleo, nos toca asumir la necesidad de transformar el aparato productivo venezolano para evitar el colapso en esta coyuntura y sentar las bases para un sistema sustentable, tal como lo ha planteado el presidente Nicolás Maduro.

El mayor enemigo a vencer es el peso de los antivalores del rentismo y del modelo capitalista que durante décadas parasitó de éste. La lucha contra ésta y otras adversidades requiere de un gigantesco esfuerzo colectivo y de una dirección revolucionaria comprometida con el pueblo y su porvenir; las posibilidades de vencer son estrechas, como casi siempre en las disyuntivas históricas destinadas a romper con esquemas de dominación y de explotación.

El presidente Nicolás Maduro, junto con el resto de la dirección está marcando el rumbo correcto para la coyuntura; nos toca a los revolucionarios avanzar y apoyar, sobre todo en el cambio de hábitos y formación de valores, en el desprendimiento de espacios de confort artificiales o innecesarios, en la lucha continua e interna en contra del burocratismo, a través del ejemplo cotidiano y la respuesta política oportuna en nuestra área de responsabilidad y de acción.

El modelo rentista se está derrumbando producto de las circunstancias como un epifenómeno de la crisis capitalista mundial y lo está haciendo de manera estrepitosa. Esta realidad de por sí compleja, se hace más riesgosa por la presencia de un sinfín de enemigos de la revolución que pretenden llevarnos a modelos que son mucho peores de lo que vivimos al final de la cuarta república y de sus medidas neoliberales, que prefieren que los yanquis nos invadan antes que permitir que la revolución salga triunfante ante la colosal tarea que tenemos por delante. Por supuesto que no le vamos a dar el gusto de rendirnos.

07/2016 

 

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